jueves, 22 de abril de 2010

BIENVENIDOS

      Hoy, que es un día especial en el mundo de la cultura y la educación, empieza el camino de este blog. Es 23 de abril y las noticias y las instituciones nos insisten:
es el Día Mundial del Libro, no os olvidéis.
      En 1996 la UNESCO, el mayor organismo internacional para promover y conservar la cultura (el patrimonio, los monumentos, el Arte, la Literatura...) declaró esta fecha el Día Mundial del Libro, aunque en España tenía tradición desde 1930. Tal día como este, en 1616 (qué lejos, ¿verdad?) murieron los dos autores literarios más reconocidos de la historia: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Tanta casualidad no podía pasar desapercibida. El Ministerio de Cultura también la aprovecha para entregar el Premio Cervantes. Este año lo recogerá José Emilio Pacheco, un poeta mexicano que nos ha prestado el nombre de este espacio (aquí a la derecha tenéis un poema suyo). 

      ¿Por qué dedicar tantos esfuerzos a los libros, que pesan en las mochilas y llenan los estantes? ¿Es que sirven para algo? ¿Tan buenos son que se merecen un homenaje?

      Bueno, no hay duda de que sirven, aunque casi no llaman la atención. Sin embargo, la mayor parte de lo que sabemos y nos emociona sobre nuestro pasado, nuestro mundo, los demás y nosotros mismos está en los libros. Así que esta celebración supone el reconocimiento a la manera en que los conocimientos se llevan transmitiendo durante más de veinte siglos. Por eso los libros son tan importantes. Por eso y porque también son el soporte fundamental de la Literatura, el arte de contar, emocionar, expresar mediante las palabras.

      Celebrad el Día del Libro leyendo. Visitad las bibliotecas. Visitad vuestra biblioteca. Visitad este blog. Mientras tanto, os dejo con este amigo que reconoció que leer había cambiado su vida, Charles Bukowski:

EL INCENDIO DE UN SUEÑO
la vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles
ha sido destruida por las llamas.
aquella biblioteca del centro.
con ella se fue
gran parte de mi
juventud.

yo era un lector
entonces
que iba de una sala a
otra: literatura, filosofía,
religión, incluso medicina
y geología.

la vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles
seguía siendo
mi hogar
y aquellos estantes contenían
un enorme tesoro.

la vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles
muy probablemente evitó
que me convirtiera en un
suicida,
un ladrón
de bancos,
un tipo
que pega a su mujer,
un carnicero o
un motorista de la policía
y, aunque reconozco que
puede que alguno sea estupendo,
gracias
a mi buena suerte
y al camino que tenía que recorrer
aquella biblioteca estaba
allí cuando yo era
joven y buscaba
algo
a lo que aferrarme
y no parecía que hubiera
mucho.